A menudo, los síntomas que acompañan a la cistitis tienden a empeorar con el tiempo. Si bien la intensidad de los síntomas aumenta con cada crisis, el período de tiempo que separa cada episodio agudo se reduce: el problema se vuelve así “recurrente”. La combinación de empeoramiento de los síntomas y ataques bacterianos cada vez más frecuentes se denomina “cronicidad“.
¿Cómo es posible que un sujeto ‘sano’ pase de cistitis episódicas (1 o 2 al año) a cistitis recurrentes (más de 4 al año), cistitis muy recurrentes (más de 10 al año) y, finalmente, en los casos más casos extremos, a una situación complicada como la cistitis intersticial?
Cistitis bacteriana: ¿cuáles son las causas de los síntomas?
La cistitis bacteriana es una patología a priori “simple”: corresponde a un conjunto de síntomas que constituyen una reacción a la presencia de colonias de bacterias patógenas en la vejiga. Las bacterias patógenas (de las cuales la más común es Escherichia coli) tienen como característica común una morfología típica compuesta por:
- cuerpo: matriz que contiene el material genético y los orgánulos
- flagelos: ‘colas’ que permiten a la bacteria tener cierta movilidad autónoma (similar a los espermatozoides)
- pili: ‘pelos’ que cubren la superficie de la bacteria; algunos de ellos terminan en una estructura particular, la lectina, que, actuando como ‘ancla’, permite a la bacteria adherirse sólidamente al urotelio (mucosa que recubre el interior de la vejiga y la uretra)
Cada vez que las bacterias se adhieren al urotelio, éste es atacado, rayado y mellado; esto rápidamente causa irritación de la pared (como pequeñas heridas). Para ilustrar mejor este mecanismo, podemos comparar la infección urinaria con millones de agujas que “pinchan” la piel. Los ataques repetidos provocan inevitablemente una inflamación de la mucosa: esta es la causa de los síntomas dolorosos.
De hecho, durante los primeros ataques de cistitis, el dolor sólo aparece cuando la carga bacteriana supera el umbral mínimo: 104 UFC/ml (es decir, 10.000 unidades formadoras de colonias por mililitro). Este dato es importante porque pueden ayudarnos a comprender. En resumen: en un espacio tan pequeño se pueden encontrar miles (o incluso millones) de bacterias, cada una de las cuales es capaz de crear decenas de lesiones en las mucosas.
Multiplicando estos números por la capacidad total de la vejiga, y a veces incluso de la uretra, no es difícil comprender el alcance del estrés y los ataques que tendrá que soportar. Y quedará más claro por qué el dolor puede llegar a ser tan insoportable, ya que se extiende a través de una gran área de tejido y es captado por millones de terminaciones nerviosas.
Habiendo identificado el origen del dolor de vejiga (como pesadez en la vejiga y dolor de estómago) y parte del dolor uretral, aún queda por aclarar por qué la cistitis obliga a orinar con frecuencia.
Durante un episodio de cistitis la vejiga es atacada por bacterias, la irritación se convierte en inflamación, lo que a su vez provoca la producción de mediadores inflamatorios (sustancias químicas que transmiten el mensaje de dolor al cerebro).
Además de la presencia de bacterias patógenas, algunos factores externos también estimulan la producción de estos mensajes, en primer lugar el contacto entre el urotelio dañado y la orina. Dado que la orina es fisiológicamente ácida, el contacto con la mucosa de la vejiga dañada provoca una mayor irritación (comparable a verter unas gotas de limón sobre una afta o una herida abierta).
La presencia de orina en la vejiga, aunque sea fisiológica (intentar beber menos no ayudará), no sólo aumentará el dolor, sino que también provocará una respuesta defensiva a modo de reflejo por parte del cuerpo, para eliminar el ‘agresor’ lo antes posible: la necesidad de orinar con frecuencia para expulsar la orina ácida. Por eso, en el caso de la cistitis bacteriana aguda, la micción es urgente y muy seguida: el cuerpo se defiende de nuevas agresiones.
La producción de nitritos por parte de muchas bacterias uropatógenas también favorece la acidificación de la orina, lo que agrava aún más la situación. Esta explicación lleva a la conclusión de que, en caso de cistitis, será útil alcalinizar la orina. El dolor y la sensación de ardor al orinar (que se asemejan a auténticas “hojas de afeitar”) pueden explicarse por:
- inflamación del urotelio vesical debido a la adhesión de bacterias uropatógenas (que, recordemos, producen auténticas microheridas en la mucosa cuando se adhieren)
- paso repetido de orina ácida sobre la mucosa dañada
- composición diferente del urotelio vesical (más grueso) y del urotelio uretral (más delgado), lo que provoca una mayor sensibilidad de la uretra
- factores exógenos que pueden amplificar el daño al urotelio, como el roce causado por la ropa (tipo y material), la postura (piernas cruzadas), el papel higiénico (material y técnica de limpieza), las relaciones sexuales
Antibiótico: una terapia que agrava el dolor
Cuando la aparición de cistitis es limitada (menos de 4 episodios por año), las recomendaciones urológicas recomiendan la toma de antibióticos de amplio espectro, en dosis únicas y sin haber realizado previamente un urocultivo.
En este artículo explicamos completamente los efectos secundarios graves, pero para mayor claridad adjuntamos también la siguiente imagen explicativa, que esquematiza el ‘círculo vicioso’ de la cistitis:
La imagen destaca cómo el antibiótico contribuye a alimentar síntomas dolorosos y recaídas.
Además, la propia acción del antibiótico provoca una mayor agresión a la vejiga, ya que actúa como bactericida. Esto significa que provoca la lisis (destrucción) de las bacterias. La destrucción del cuerpo de las bacterias provoca la liberación de su contenido en la vejiga: sustancias que actúan como toxinas y provocan una mayor irritación de la pared.
En otras palabras, las bacterias mueren, la carga bacteriana disminuye significativamente, por lo que el efecto “proinflamatorio” del antibiótico se percibe menos, ya que se equilibra con una menor presencia de bacterias activas, al menos hasta que la cistitis reaparece en el forma de recurrencia. En cambio, el antibiótico tiene efectos mucho más graves cuando la cistitis (y la ingesta de antibióticos) es crónica o en el caso de profilaxis antibiótica.
Cistitis recurrente: cuando se establece un círculo vicioso
En este punto debería quedar más claro cómo una patología aguda, a priori simple y reversible, puede empeorar rápidamente, cronificarse y minar la calidad de vida del sujeto:
- la presencia bacteriana crónica o persistente en la vejiga provoca irritación urotelial a través de las lectinas
- la ingesta, a menudo erróneamente sugerida, de arándano rojo contribuye a mantener el pH urinario ácido, por lo tanto favorable a la inflamación (así como a la proliferación bacteriana)
- la profilaxis antibiótica aumenta la irritación de la mucosa y, al reducir las defensas fisiológicas garantizadas por la flora, la expone más a nuevas irritaciones y ataques bacterianos, fúngicos o inflamatorios
- la prescripción de terapias adicionales o pruebas invasivas como instilaciones de ácido hialurónico o un exudado uretral (a menudo inútil ya que el antibiótico se recetará de todos modos)
- el urotelio debilitado se vuelve cada vez más sensible a los desechos fisiológicos o de hidratación
La calidad de la pared de la vejiga es muy importante y muchas veces se pasa por alto, aunque es un parámetro clave en el caso de cistitis recurrentes y crisis relacionadas con el ciclo hormonal. La capa superior del urotelio, formada principalmente por glucosaminoglicanos (GAG), se ‘erosiona’ progresivamente durante el episodio agudo de cistitis. Esta ‘abrasión’ es muy moderada en un sujeto sano y, en ausencia de recaídas, la mucosa es capaz de reconstituirse y recuperar su integridad fisiológica inicial en unos días.
Sin embargo, las situaciones en las que las microlesiones pueden no reabsorberse son las siguientes:
- persistencia de la infección
- formación de un biofilm patógeno
- alimentación inadecuada (demasiado acidificante) o sujeta a deficiencias (falta de elementos constituyentes de GAG)
- recaídas
- micosis vaginal
- disbiosis digestiva
- alteración de algunas terminaciones nerviosas (a menudo a nivel del trígono de la vejiga y uretra): neuropatías
Por tanto, parece bastante lógico que la vejiga se “canse” cada vez más rápidamente a medida que avanza la cistitis. El urotelio se debilita volviéndose más vulnerable, lo que favorece la agresión y el ataque bacteriano. Un auténtico círculo vicioso que progresivamente conduce a:
- espesor urotelial reducido
- cistitis bacteriana más frecuente, dolorosa y difícil de combatir
- episodios agudos de cistitis abacteriana: estrictamente inflamatoria, pero idéntica a una infección urinaria (que a veces conduce a una terapia antibiótica inadecuada), de ahí la importancia de gestionar bien cada crisis de cistitis realizando un urocultivo y asegurándose de no incurrir en falsos negativos debido a dépositos bacterianos ocultos
- dolor o malestar casi permanente que alterna fases latentes con fases agudas
- cronicidad del dolor, que puede volverse autónomo (neurológico o nociceptivo)
Hay que insistir en que el aumento de los daños en la vejiga y de la mucosa uretral -y el consiguiente dolor- rara vez se debe a una predisposición genética, sino al impacto negativo directo e indirecto de determinadas conductas y enfoques terapéuticos que conducen a una pseudo -curación.
Por ello es importante subrayar la importancia de adoptar medidas preventivas y curativas eficaces y de seguridad comprobada, tales como:
- una cura particular orientada a la valoración de la pertinencia del tratamiento antibiótico
- una elección escrupulosa del antibiótico (naturaleza y dosis) basada en el antibiograma
- un acompañamiento de la administración de antibióticos con probióticos
- la incorporación de Ausilium NAC para toda la duración del ciclo antibiótico, para que incluso las bacterias ocultas en cualquier biofilm estén sujetas a la acción del antibiótico
- hidratación y vaciado vesical siempre fisiológicos y regulares
- alcalinización del pH urinario durante toda la fase sintomática de la cistitis y prolongada al mes siguiente
- una ingesta de D-Manosa asociada a principios activos alcalinizantes y antiinflamatorios (como Ausilium 20 PLUS o Ausilium Forte) durante toda la fase aguda, ampliada como medida preventiva a todo el período posterior, que puede variar de 1 a 6 meses , dependiendo de la situación
- una integración con ingredientes activos que promueven la reepitelización del urotelio (con Cistiquer) ya que los síntomas dolorosos existen independientemente de la infección urinaria
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